Sawako, una joven de
veinticinco años, se acaba de divorciar tras un año de matrimonio. No puede
decir que sea infeliz, pero tampoco lo contrario: su vida, simplemente, está
vacía de emociones. Hace años, su difunto abuelo dejó un diario como testamento
para su nieta que no podía leer nadie más que ella. Los recuerdos que Sawako
tiene de su abuelo son difusos y lo evoca más bien con miedo. Pero cuando su
padre le propone abrir un negocio, ella recuerda la existencia de dicho diario
y siente un repentino interés en saber por qué su abuelo se lo dejó a ella
exclusivamente. Este diario solo abarca un año en la vida de su abuelo, de 1922
a 1923, precisamente cuando se embarcó hacia París para hacer negocios con una
empresa de productos alimenticios. Ese año entre guerras fue clave para él y
escondió el secreto de lo que ocurrió durante su estancia en París a su familia
y a las posteriores generaciones. El único testigo de lo que pasó es el diario,
que supondrá para Sawako el punto de partida de una decisión que cambiará su
vida: viajar a París para saber la verdad.
Primer volumen de la edición japonesa
Si bien Orenji no Tsubo es una de las obras
menos destacadas de Teru Miyamoto, su mezcla de la historia europea de los años
veinte, muy bien documentada, con personajes japoneses hace que la trama sea,
cuanto menos, interesante. El personaje de Sawako, aun siendo la protagonista,
no es una simple espectadora de acontecimientos que ya ocurrieron. A pesar de
que es su abuelo, con otros personajes secundarios que conoció en Francia, el
que lleva el peso de la trama, Sawako espolea el desarrollo de la historia con
su particular relación con Takii, el traductor de francés que la acompaña en su
viaje. Una vez más, Miyamoto nos ofrece la evolución de una protagonista
femenina con realismo y sentido común. Sawako madura con su abuelo, dos
personajes opuestos que van de la mano (ella está viva, mientras que él murió
seis años atrás; las épocas en las que ambos visitan París son completamente
diferentes, etc.).
Por otra parte, el
personaje del abuelo también está muy conseguido, algo de esperar en Miyamoto.
Como en toda literatura, los personajes no son nada sin la interacción de unos
con otros y es esto precisamente lo que hace atractivo al citado abuelo. Estas
relaciones conforman su legado: una manera de hacernos ver que una persona
puede seguir viva aún después de su muerte física y que son las relaciones que
tuvo con otros a lo largo de su vida lo que hace que su existencia perviva.
Esto se hace especialmente patente entre Sawako y su abuelo, pues esta va
entablando una relación con él a través de los recuerdos (no suyos, sino más
bien de otros) que lo hace mantenerse vivo a lo largo de la historia. Es decir,
la relación de una persona con otra no se acaba con la muerte, sino que puede
seguir evolucionando. Una historia, sin duda, para reencontrarnos con aquellos
que ya se perdieron por el camino.
Además, Miyamoto trata a
través de la historia del abuelo el tema del racismo de la época, en
efervescencia con el surgimiento del fascismo: este deberá enfrentarse a la
incomprensión de la época, pues se enamora de la hija de la dueña de la empresa
con la que busca mantener relaciones comerciales. El viaje de Sawako a París
nos muestra la gran diferencia entre los años veinte y los ochenta, décadas en
las que se ambienta. El pasado del abuelo no solo llevará a Sawako y su
acompañante hasta París, sino que también deberán seguir el rastro de una
antigua amante en Egipto.
En esta novela, escrita
con inteligencia y buen ritmo, Miyamoto vuelve a recurrir a las cartas en su
narración, aunque sea solo en una parte de ella. De estilo sobrio, sin adornos
innecesarios, con vocabulario preciso y una estructura al servicio del ritmo de
la historia, Orenji no tsubo no es quizás la obra más destacable del maestro
Miyamoto, pero merece una lectura. Se encuadraría en el tipo de novelas
relativamente sencillas del autor donde presenta la evolución de un personaje
femenino. Espero que algún día podamos ver lo que fue del abuelo de Sawako en
castellano.
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